
Al país lo gobierna un Presidente, que debería ser la máxima autoridad del Ejecutivo, pero no lo es. Acá, en Argentina, la Vice tiene más poder que el Presidente; es raro, pero acá, pasa.
Al Presidente lo acompaña un ministro del Interior que no acompaña por incompatibilidad ideológica, como si fuera producto de una elección externa y no propia, y porque su campaña disimulada siempre bajo la consigna de un esfuerzo patriótico, militante y de resignación, le insume casi todo su tiempo. Wado, de él se trata, aparece como un ariete del enemigo, un Caballo de Troya que se diferencia del artefacto homérico en que todos saben que es un Caballo de Troya, una trampa. Alberto juega aquí el papel de Príamo, el Rey. Se podría pensar que Cristina hace de Helena, la mujer más bella del Frente de Todos, que había hecho pareja por conveniencia con Alberto, pero mediante un embrujo de la Diosa Afrodita se enamoró de Sergio, y le infiltró a Wado en una movida que perfectamente leyeron todos los diarios.
Lejos de la astucia narrada por Homero para que Menelao recuperara a Helena, la maniobra se vistió acá de prepotencia lisa y llana. Una acción burda pero exitosa, que inaugura la posibilidad de que el ministro del Interior no apoye al Gobierno, casi un oxímoron. Por otra parte, las historias épicas de las cuales Homero es el antecedente más lejano, le encantan al Frente de Todos.
El ministro de Seguridad no puede dar seguridades y si la cosa se pone brava, se da por vencido. Inseguro. Pero cuando hay que salir a debatir, es el que sale, aunque con suerte muy desigual, compartiendo cartel con el sheriff bonaerense, Sergio Berni. Los sheriffs ya no son lo que eran, la gente se les anima y la dura realidad estaría obligando a ser más responsable en los actos.
Seguridades arrancó dando el ministro estrella, el de economía, pero como casi todo en su vida, lo que dijo ayer, hoy ya es parte de un pasado del que no se hace cargo, como de la persecución de los ñoquis de La Cámpora, de quienes anunciaba convertirse en una especie de Simón Wiesenthal con residencia en Tigre. No pasó. Bueno, casi nada de lo que prometió ocurrió en la realidad. La inflación goza de buena salud instalada en la quinta de las tres cifras, el dólar vuela ante la presunción de que asuma Economía un asesor que es menos creíble que Massa, créase o no, lo que lo ubica en una categoría propia de Ripley.
La Vice, no puede ocuparse de su función por sentirse perseguida por la patria judicial, la corporación periodística y las multinacionales que la detestan por buena. Todo es lawfare, todo es traición, todo es rencor. Un tango, con el cual todos sus seguidores están obligados a bailar. El presente argentino está atravesado inexorablemente por el juicio a Cristina, que condiciona todo lo demás.
– Pablo Zubiaurre –
Ahora bien… Con sólo tener internet, hoy puede verse a Néstor Kirchner en una filmación de sus primeros años de la gobernación de Santa Cruz diciendo que no posee más bien que una casa y un terrenito. Lo dice Néstor (YouTube, “Néstor Kirchner sobre su terreno en Calafate”). Llegando a hoy, podemos ver que Máximo declara cuatrocientos millones de capital. Lo dice él. ¿De dónde los sacó? Herencia. Perfecto. Si declara cuatrocientos millones con valores de las propiedades determinadas por su valor fiscal, la cifra es menor a la real. Mínimo, el doble. Y habrá que ver si declara todo lo que tiene, pero por un momento vamos a confiar en que sea así. O sea que, si Máximo tiene cuatrocientos millones casi sin haber trabajado, por herencia, significa que su hermana tiene otro tanto, correspondiente a su 25 %. Y que Cristina, como cónyuge tiene el otro 50 %, o sea ochocientos millones, sólo de lo que le dejó Néstor. Mamá aún no repartió nada, Todos suponemos que la cifra es mucho mayor. Pero, aunque no lo fuera, el grupo familiar reúne mil seiscientos millones de pesos, habiendo trabajado siempre en el Estado, sólo de herencia paterna. Cristina aparte.
Es una cifra imposible de reunir, y mucho menos con el ritmo de vida que llevan, que no se sustenta con poco dinero. Las carteras de Gucci no combinan bien con los sueldos del Estado, ni siquiera con el de la presidente. Estaba claro que la cuestión era que aparecieran las pruebas…, con algunas sobras. Y aparecieron. Con algunas sobras. La hubiera tenido difícil Cristina en la época del Virreinato, en que los Reyes controlaban a sus funcionarios a través del Juicio de Residencia, en el que debían demostrar cómo habían obtenido cada bien que poseían. No había que demostrar el delito, sino la honestidad de la gestión. No hubieran podido. Se habla de conspiración, pero nadie habla de inocencia. Todos somos buenos, pero sabemos que cualquier cifra excepcional que entre en una cuenta bancaria necesita una justificación minuciosa.
¿Puede Cristina justificar lo que tiene? A mi criterio, la respuesta es no. Y entonces arremete con quien la va a dejar al descubierto, aunque en muchos casos sean Jueces o fiscales nombrados durante su gobierno. No está Oyarbide, para liberarla de culpa y cargo en 48 horas. Todo un problema.
– Pablo Zubiaurre –
Y todo un problema para los seguidores que quisieran beatificar a Cristina y a Néstor, ante una situación que los pone ante dos posibilidades. Ninguno de esos dos caminos es el de alegar inocencia, pues los hechos son condenatorios. No hay forma de hacer una capital de dos mil millones de pesos (como poco) trabajando en el Estado honestamente, y a ese capital se llega a partir de su propia declaración jurada. Entonces queda aceptar un veredicto que no les gusta, o ir contra quien condene finalmente el enriquecimiento ilícito. La primera opción implica reconocer su error en cuanto a un posicionamiento político que los ubica con un/a líder que no ha parado de enriquecerse desde su privilegiada posición en el Gobierno. La segunda es declararle la guerra a la Justicia, camino que tomarán mayoritariamente. Es enojarse con el fotógrafo que sacó la foto de tu pareja cometiendo una infidelidad. Por ahí parece que irá el derrotero de un veinticinco por ciento de los argentinos que en el próximo tiempo se negará a ver lo que no hay forma de seguir ocultando. No los convenció ver a una banda pesando la plata, no los convenció ver a un funcionario escondiendo el dinero en un convento, no los convenció el derrotero de coimas anotado en un cuaderno que obligó a los empresarios más importantes del país a reconocerse cómplices del robo y presentarse como arrepentidos, no los convenció ver a un cajero de Banco Nación de la sucursal Río Gallegos transformarse en uno de los hombres más ricos de la Argentina en poco tiempo. Nada los convencerá de ver aquello que se niegan a ver. Como tan bien reza el dicho popular, “no hay peor ciego que el que no quiere ver”.
La elección de este año también definirá la relación entre Justicia y Democracia. La negativa a ver complica a la democracia, pues imposibilitados de aceptar la realidad, se cubrirán designando “persecutoria” a la Justicia, propugnando de última que en la República hay ciudadanos a los que no pueden alcanzar las leyes: “Si la tocan a Cristina va a haber quilombo”. La novedad no es tal. Ya han tenido problemas algunos que la acusaron, o que quisieron hacerlo, como Fabián Gutiérrez y el Fiscal Nisman, un arrepentido y un acusador, muertos en situaciones nunca esclarecidas. “Sólo hay que tenerle miedo a Dios, y un poquito a mí”, dijo Cristina.
Si ella lo dice.
Pablo Zubiaurre
Profesor de historia y escritor
Exintendente de Ayacucho
Miembro de la Mesa Comité Provincia UCR