
Un día como hoy, hace 50 años, Raúl Alfonsín perdió la interna con su mentor, Ricardo Balbín. El “Chino” volvía a ser el candidato radical como en 1952 y 1958. Iba por la tercera, que no sería la vencida.
Fue un domingo de primavera, eclipsado por la vuelta de Perón al país tras 18 años de exilio. Le había dado el cuero y había un pueblo que lo celebraba en las calles. No solo eso, sino que además se había encargado personalmente de recibir a Balbín durante un largo rato. Las especulaciones sobre esa charla eran el centro del análisis político.
Hacía dos meses que los binomios se habían proclamado. Dos bonaerenses por el sillón de Rivadavia, y dos cordobeses detrás. Balbín-Gammond, el oficialismo; Alfonsín-Storani, el dueto retador.
La Casa Radical de Tucumán 1660 fue la sede elegida por Balbín para lanzarse. Mientras, los renovadores se reunieron en el excine-teatro Real de Rosario. Allí habían proclamado hasta al propio Yrigoyen. Una asamblea con 4.000 personas, ungió la fórmula con la bendición de una decena de discursos, entre los que se destacaron el del exgobernador santafesino Aldo Tessio; el líder estudiantil, Marcelo Stubrin; y la titular del movimiento, la cordobesa María Teresa Morini.
“Alfonsín, Alfonsín, lucharemos hasta el fin”; “Raúl, Conrado, el pueblo liberado”; “Raúl seguro, al Chino dale duro”; “Bello, Cabral, los vamos a vengar”, y “radicalismo es antiimperialismo”, fueron los cánticos coreados por los más jóvenes que eran mayoría.
La campaña se hizo cuesta arriba el viernes 13 de octubre, cuando el auto que conducía a Alfonsín, volcó en la entrada a Bolívar. Fractura de costillas, internación y pronóstico reservado, peor escenario imposible para el que tenía que remontar la cuesta.
La UCRP sumaba más de 560 mil afiliados y arrastró a 300 mil de ellos a votar. Balbín ganó en todo el país y sumó alrededor de 170 mil sufragios; mientras que la renovación se alzó con el triunfo en Córdoba, Chubut, Formosa, Salta y Santa Fe.
Un día después, Alfonsín concurrió al Comité de la calle Tucumán para saludar al vencedor. Su padre político lo esperó en el cuarto piso y lo primero que hizo fue convidarle un cigarrillo y encendérselo. Aplausos generalizados en los pasillos atestados de humo y gente. Saludo, sonrisa y foto.
Ese día Alfonsín perdió ante su mentor, eligió el camino más complejo, no ser más el delfín.
Diez años más tarde fue el candidato natural y dio vuelta los números, de aquel 25 por ciento histórico de las derrotas, al 52 por ciento ganador.
Rodrigo Estévez Andrade
Licenciado en Periodismo y Comunicaciones