Un día como hoy, en 1989, las instalaciones del Ejército ubicadas en la localidad bonaerense de La Tablada sufrieron un intento de copamiento comandado por Enrique Gorriarán Merlo y su Movimiento Todos por la Patria.
El saldo luctuoso incluyó más de treinta guerrilleros, nueve militares, dos policías, y más de 70 heridos.
Una vez más atentaron contra la democracia. Fue la última batalla de la guerrilla urbana, su último estertor setentista. Y como siempre, terminó siendo funcional a los sectores reaccionarios.
La intentona abrió la puerta al reclamo de reivindicación que agitaban los militares, agrupados por su pelea con la UCR, a la que no le perdonaban el juicio a las Juntas y los centenares de carapintadas procesados. No les importaban tanto la figura de los Videla o los Galtieri, pero sostenían que habían obedecido órdenes, y reclamaban no ser juzgados por los levantamientos.
“Si leen El Periodista y El Ciudadano y también Página/12, llegamos a la conclusión de que lo de La Tablada es una maniobra perfectamente urdida para tratar de destruir al justicialismo y posibilitar que siga gobernando el radicalismo”, respondía el candidato Carlos Menem.
El sistema energético colapsó, las casas particulares sufrían cortes programados de cinco horas. Los comercios debían dejar sin luces sus vidrieras. El Estado dictaba asuetos. Los bancos reducían su horario de atención. La TV transmitía de 19 a 23.
El triunfo del PJ en mayo traerá consigo los saqueos de mayo, el adelantamiento del traspaso, y el desembarco del Plan Bunge & Born con el aval del clan Alsogaray y el seineldinismo.
Los indultos llegarán antes de fin de año y explicarán, en gran medida, de que iba la cosa.
El peronismo “alvearizado” fue la caracterización de Pablo Giussani por aquellos días. La Cafieradora duró lo suficiente para superar el embate del golpismo carapintada, pero no para aguantar la vendetta del peronismo tradicional que volvió con su alianza corporativa de la Patria Metalúrgica
El Alfonsín de 1989, el de sus peores días, dejó la Rosada en medio de la hiperinflación y generó una gran desilusión.
Todo eso mutó, con el correr de los años, y alumbró al Alfonsín que hoy es sinónimo de reconstrucción democrática regional.