
Un día como hoy, en 1916, el radicalismo porteño cerró su campaña presidencial para la fórmula Hipólito Yrigoyen-Pelagio Luna, con multitudinarias movilizaciones callejeras y proselitistas nunca antes vistas en la ciudad de Buenos Aires.
Lo hizo de la mano de los comités barriales, sectoriales, femeninos y de las colectividades que fluyeron como hongos en las distintas barriadas.
Alrededor de 1,2 millón de enrolados estuvieron habilitados para votar. Tras cuatro revoluciones armadas con el objetivo de lograr el sufragio universal, secreto y obligatorio, la UCR iba a su primera presidencial, sin proscripciones, abstenciones, ni vetos. Con su líder indiscutido al frente y con la certeza de la representación popular.
Yrigoyen decía “la UCR es la nación misma”, y estaba convencido de ello.
Cajas de fósforos, hojas de afeitar, los cigarrillos Intransigentes, todo era útil para aportar a una campaña donde no sobraba el dinero.
Ese viernes 30 bandas musicales animaron a decenas de miles que pasearon sus estandartes, pendones y banderas frente del Congreso de la Nación. La UCR era la organización que había sacado la política de los teatros pequeños y cuidados para llevarla a las calles y los frontones de pelota desde 1890 en adelante.
Si bien no hubo discursos, oradores ni escenario donde saludar a los candidatos, las columnas marcaron el ritmo de ese último viernes y sorprendieron a la pacatería conservadora de la época. La prensa de la derecha habló de diez mil personas, algunos llegaron a hablar de cincuenta mil.
Preservando su total anonimia, Yrigoyen se acercó a un balcón de la Av. de Mayo para ver y sentir la presencia de los suyos.
Rodrigo Estévez Andrade
Licenciado en Periodismo