La Argentina se encuentra transitando horas desesperantes. El empobrecimiento global generado por la pandemia y la estrategia sanitaria de la cuarentena infinita han paralizado la economía y van a hacer desaparecer 20 mil empresas.
A la crisis en materia social, el gobierno ha decidido agregarle una tensión sobre el sistema republicano, intentando avanzar en una reforma del sistema judicial de dudosas intenciones.
A pesar de la crisis económica y sanitaria que parece opacarlo todo, existen amplios sectores de nuestra sociedad que se encuentran legítimamente preocupados por estos permanentes intentos de avasallar la Justicia, de asegurar la impunidad para las causas de corrupción, del avance contra la propiedad de empresas y de la liberación indiscriminada de presos de las cárceles.
El 17 de agosto fuimos testigos de un verdadero grito ciudadano en defensa la democracia republicana, la libertad de prensa y lo que queda de la justicia.
Quiso el destino y el calendario electoral que sea en este contexto que nuestro partido, la Unión Cívica Radical de la Provincia de Buenos Aires, tenga que atravesar la renovación de sus autoridades partidarias.
Y si bien hay un consenso generalizado en que la realización de las elecciones internas deberá postergarse hasta tanto estén dadas las condiciones sanitarias para poder llevarlas adelante con normalidad, la sola presentación de las listas el próximo 11 de septiembre nos obliga a iniciar la discusión sobre el futuro de nuestro partido.
Es que este contexto de tensión sobre el sistema republicano nos impone asumir una posición categórica en el proceso de renovación de autoridades partidarias.
La Provincia de Buenos Aires concentra el 40% de la población de la argentina y elige 70 de los 257 diputados del congreso en el que se decidirá la suerte de la democracia argentina y la vigencia de nuestro ya debilitado sistema republicano.
Sin lugar a dudas, no hay posibilidad de que prospere un proyecto político nacional que asegura la alternancia si no se cuenta con una presencia contundente y ordenada en la Provincia de Buenos Aires.
Así como la convención de Gualeguaychú fue un hito importantísimo para la democracia argentina y para la reconstrucción del sistema de partidos porque le puso un límite al populismo y aseguró la alternancia, la próxima interna de la UCR bonaerense es un nuevo desafío para garantizar la coordinación política de toda la oposición, para defender las libertades y evitar los excesos del Kirchnerismo.
En otras palabras, la pelea de fondo es si el radicalismo bonaerense será un garante de la unidad de la oposición, o un instrumento para romperla.
Maxi Abad, actual presidente del bloque de diputados provinciales de Juntos por el Cambio, será a quien le toque la enorme responsabilidad de ser candidato a presidente por el oficialismo partidario y representar a los miles de radicales que queremos una oposición unida que ponga límites a los excesos delirantes del “vamos por todo”.
La pelea de fondo es si el radicalismo bonaerense será un garante de la unidad de la oposición, o un instrumento para romperla.
Del otro lado, todo parece indicar que la lista opositora será encabezada por el Intendente de San Isidro Gustavo Posse, y acompañada por “Evolución Radical” del Senador por la Capital Federal Martín Losteau.
Hace poco el correligionario Juan Manuel Casella, a quien todos los radicales respetamos por su reputada trayectoria militante, publicó una detallada explicación de por qué va a acompañar a Posse a la interna.
En su reflexión, Casella define a Juntos por el Cambio como un fracaso. Y la vuelta al poder del “populismo autoritario y corrupto” –según sus palabras- sería la demostración de ese fracaso.
Creo que este tipo de “autoflagelación militante” merece ser rebatida con total elocuencia. Minimizar el proceso político iniciado en la convención de Gualeguaychú por los puntos que faltaron para forzar un balotaje sería tan absurdo como reducir la epopeya alfonsinista a la derrota con Carlos Menem en el 89´.
Lo que el radicalismo supo edificar sabiamente en Gualeguaychú es, ni más ni menos, que la reconstrucción del sistema de partidos implosionado después de la crisis del 2001.
Nos dice también nuestro querido Juan Manuel que “a lo largo del trayecto iniciado en diciembre de 2015, el radicalismo perdió identidad, autonomía y representatividad”.
Sin embargo –y, por lo contrario-, después de una diáspora de dirigentes y militantes que duró casi 15 años, Gualeguaychú logró que el radicalismo vuelva a ser atractivo como instrumento de construcción y de acción en la política nacional.
Y Gustavo Posse y Martín Losteau son el testimonio vivo de eso y una refutación contundente de la hipótesis del radicalismo abatido. Ambos son emergentes –como dirigentes partidarios- de una época en la que el radicalismo recuperó vigor y protagonismo en la vida política argentina.
Basta recordar que, Gustavo Posse volvió a la UCR después de la convención de Gualeguaychú luego de haber renunciado públicamente a su afiliación en varias oportunidades, la última en el año 2013. Y Martín Losteau, por su parte, concretó públicamente su afiliación a nuestro partido en el año 2017, después de que Cambiemos ganara las elecciones de medio término en todo el país.
Después de una diáspora de dirigentes y militantes que duró casi 15 años, Gualeguaychú logró que el radicalismo vuelva a ser atractivo como instrumento de construcción y de acción en la política nacional.
Estos no son datos que busquen menoscabar la importancia de que dos dirigentes como Posse y Losteau formen parte de la UCR. Sino muy por el contrario, resaltar los nuevos tiempos en el que el radicalismo ha sumado en vez de expulsar, y en los que hemos reemplazado la testimonialidad por la vocación de poder.
¿Se puede mejorar Juntos por el Cambio y la dinámica de la coalición? Indudablemente. Pero para eso hay que consolidar la nueva oposición y promover nuevos liderazgos. Y para hacerlo hay que superar la queja por la influencia que se tuvo o se dejó de tener durante el gobierno de cambiemos. Tenemos que tener claro que el discurso inflamado en favor de “la lista 3”, persigue únicamente el objetivo de debilitar la oposición y es funcional al gobierno.
Por eso, en la próxima renovación de autoridades, tenemos que tener claro lo que está en juego: Como dijo recientemente Ernesto Sanz: “la Provincia de Buenos Aires es la madre de todas las batallas”.
Maxi Abad es el candidato de quienes queremos fortalecer Juntos por el Cambio. Representa a todos los que aspiramos a que el radicalismo sea la columna vertebral de una oposición seria, responsable y decente. Que sea contrapeso de un gobierno con vocación siempre hegemónica.
Del otro lado, no sabemos qué puede hacer en el futuro Posse si llegara a Presidente de la UCR. Lo que sí sabemos es lo que hizo antes. Ya se fue en reiteradas oportunidades del partido para formar listas con el Kirchnerismo y el Frente Renovador. En la legislatura provincial rompió el bloque de diputados de Juntos por el Cambio para favorecer a Kicillof. ¿Es acaso esto un anticipo de lo que quiere hacer con el partido?
El contexto sanitario y económico nos impone prudencia para afrontar el proceso que viene. Pero el contexto político y los avances sobre la república nos obligan a sobreponernos a la crisis y a la pandemia para poder hablar con todos los radicales de la provincia de Buenos Aires y dejar en claro qué es lo que está en juego en las próximas elecciones.
Muy buen análisis. Felicitaciones al correligionario Pando.