Federico Vázquez, del equipo de Futurock, realizó una columna junto a Julia Mengolini en la que, desde su perspectiva peronista, alertaba sobre la posibilidad de que el kirchnerismo se apropie de la principal bandera que le queda, según él, a la Unión Cívica Radical (UCR): el republicanismo. Sobre esto, y la identidad del radicalismo, voy a escribir en esta nota.
El radicalismo, como partido político, tuvo desde su nacimiento el objetivo principal de traer la democracia a la Argentina. Una vez alcanzado este objetivo, el partido, y en particular la corriente alfonsinista, se enfocó en consolidar la democracia y enriquecerla con contenido social, que solo puede ser reivindicado a través de un ordenamiento jurídico que respete el pluralismo, el Estado de derecho, la república y el federalismo. Este contenido social no es un fin en sí mismo, sino un medio para alcanzar la libertad y la igualdad.
Tras la crisis de 2001, surge la pregunta sobre si cumplimos correctamente con esta labor. La respuesta es ambigua: depende. Durante la primera etapa del kirchnerismo, la UCR actuó como un límite para muchas de las propuestas más extremas de aquel gobierno, tales como la democratización de la justicia, el avance sobre el periodismo, las innumerables causas de corrupción y “jugarretas” que afectaban el funcionamiento de las instituciones políticas, principalmente a la noción del republicanismo, entendido como la división de poderes y el federalismo. Mientras nosotros defendíamos estos valores, el kirchnerismo los atacaba. No pueden ahora desentenderse de sus acciones pasadas por conveniencia coyuntural, que quedan a la vista y debemos recordárselo a la ciudadanía.
Pero las banderas no son propiedad de nadie, están ahí, en la conversación pública y si no se las sostiene activamente, otros pueden agarrarlas y flamearlas de una manera distinta a la nuestra; incluso hacerlas pasar por cosas que no son, por ejemplo, decir que, por mandar un proyecto de Ley de Medios al Congreso con el único fin de atacar a un multimedio, ellos son republicanos. Por eso, es cierto que sería un duro golpe para nuestra narrativa votar la cesión de tantas facultades y por tanto tiempo, como pide el oficialismo, o avalar el mega decreto de necesidad y urgencia que impulsó el presidente recientemente.
Así que no debemos confundirnos ni dejarnos presionar: nuestro objetivo es cambiar el país, reformar el Estado y fomentar un desarrollo que alcance la democratización que tanto he mencionado antes. Por eso, tenemos que ser los líderes de una oposición responsable, que otorgue al Gobierno las herramientas necesarias para gobernar una crisis que le es anterior, siempre dentro de los límites de nuestros valores, nuestra historia y nuestra visión de país, apoyando iniciativas que consideremos beneficiosas, mientras que rechacemos aquellas que creamos contrarias al bienestar del país. No debemos temer apoyarlas, ni tampoco votar, junto al peronismo en ocasiones, de fondo está el país y nuestra visión de país.
Con esto en mente, debemos prepararnos para los desafíos que se vienen, porque, aunque la gente ha elegido un cambio, no es precisamente el que deseamos. El radicalismo debe ser el partido que se proponga reformar el Estado, para devolver la esperanza a los argentinos de que es posible tener un país en el que deseemos vivir eternamente: la utopía de una Argentina moderna y equitativa.
¿Para qué sirve el radicalismo? Se preguntó @fedegvazquez, en su última columna en @futurockOk.
Yo le contesto la pregunta y sobre por qué tenemos que liderar la oposición a Milei en esta nota. https://t.co/fudQti30rn
— Thiago Leis (@ThiagoLeis) January 12, 2024