
No hacía su cama ni le dejaban barrer su celda. Lo trataban de señor y él, avergonzado, quería ser uno más. “Don Ricardo” o “doctor” eran los tratamientos que aquellos hombres que habían cometido los peores crímenes tenían hacia Ricardo Balbín, preso en Olmos por desacato.
Hasta su desafuero fue el jefe del bloque “de los 44”, los diputados radicales que hicieron frente a la mayoría peronista en esos años de grieta profunda del primer peronismo. En 1946 era el líder de la bancada radical. Hasta la sesión ordinaria 37, la última de 1949.
Era el jueves 29/9/1949, y el último tema a discutir que el oficialismo forzó tratar su desafuero. Con sus virulentos ataques al gobierno, brillante orador, se reservaba el uso de la palabra al final del debate. Emocionaba y algunas veces llegaron a aplaudirlo los opositores.
Le habían abierto un proceso de desacato contra Perón y Eva. El diputado peronista Luis Roche, patrocinado por el abogado García Montaña lo había denunciado por sedición y rebeldía en un discurso pronunciado el 30/8/1949 en el Centro Asturiano de Rosario,
Lo acusaban de haber llamado a una “revolución”. La causa cayó en el Juzgado 1 de Rosario, interinamente a cargo del juez federal Alejandro Ferrarons, quien había pedido su desafuero. A las 9:50 ingresó al recinto. Su esposa observaba desde uno de los palcos.
Su defensa fue brillante aunque inútil. Los diputados peronistas -no todos estuvieron de acuerdo en votar el desafuero- miraban al piso o tenían la vista clavada en un punto imaginario. Solo los radicales aplaudían cada afirmación de Balbín.
“Está equivocado el señor juez si piensa que yo habré de ir ante él, a prestar declaración indagatoria o a ofrecerle pruebas. ¿Cómo habría de hacerlo, señores diputados, si la Cámara de Diputados de la Nación condena sin pruebas? Si el parlamento de la República es insensible” ¿cómo le daré posibilidades a un juez para que disminuya a la Cámara? ¡El proceso está terminado, definitivamente concluido!”(…) “Si con irme de aquí pago el precio de uno de los tantos de mi partido; si este es el precio de haber presidido este bloque magnífico… “que es la reserva moral del país, han cobrado barato; fusilándome todavía no estarían a mano”. Por 108 votos contra 41 lo desaforaron. Cuando Cámpora cerró la sesión, hubo gritos, insultos, lluvia de papeles y hasta un revoleo de un libro que cayó sobre los taquígrafos.
Eran las 15:40 y Balbín no ocuparía nunca más un cargo público. Evitó ser detenido. El 12/3/1950 había elecciones para elegir gobernador bonaerense. La UCR eligió la fórmula Balbín-Noblía que competiría contra la oficialista de Mercante-Passerini. Se escabullía de los actos.
De ahí en más, los amigos se turnaron para ocultarlo y él se negó a abandonar el país, como se lo habían aconsejado. La policía dejó de buscarlo por una explicación práctica: sabían que Balbín iría a votar. Allí lo detendrían.
Luego de votar en los tribunales de La Plata, 15 policías se lo llevaron detenido. Su hermano Armando quiso entrevistarse con el gobernador Mercante para saber dónde lo llevaban. A la noche se enteraron que estaba en Rosario, incomunicado.
Su abogado defensor Armando Cerrutti había sido arrestado y encerrado en el cuartel de bomberos. El 22 fue llevado a la vieja cárcel de San Nicolás y luego a la cárcel de encausados de Olmos. Se le negó la libertad condicional; el juez Menegazzi firmó la prisión preventiva.
Su celda estaba en el Pabellón 6 del 5to piso; compartía el día junto a dos homicidas, Balcarce y Acuña. La comida de la cárcel, hecha con grasa y al vapor le arruinó el estómago y dejó de comer. Lo interpretaron como el inicio de una huelga de hambre.
El jefe del Depósito, donde pasaba todos los días, consiguió una vieja cocina a leña y el detenido Jorge Bats, que había sido cocinero en el restaurante platense Gentile, le preparaba comidas más sanas, en especial la debilidad del líder radical: pichones de paloma.
Estando en la cárcel se le ocurrió editar un periódico, que llamó “Adelante”. Los primeros números salieron de la imprenta de Domingo Catalino, de Chascomús, gracias a las gestiones de un joven Alfonsín. El diario salió durante 81 semanas y llegó a tirar 75 mil ejemplares.
Enfrentaba 12 procesos por desacato. El fiscal pidió 1 año de prisión por cada uno y el juez terminó condenándolo a 5. Se había formado una Comisión Nacional Pro Libertad; era “el mártir de Olmos”. El 2/1/1951 Perón lo indultó con un decreto. Había pasado 297 días en la cárcel.
Al día siguiente pronunció un violento discurso en La Plata y en mayo volvieron a detenerlo en Bahía Blanca por desacato al presidente. Pero esta vez lo liberaron. Enviarlo a prisión habría sido idea de Perón para opacar la figura de Frondizi.
Cuando ya estaba en Olmos, el gobernador Domingo Mercante y Filomeno Velazco, jefe de la Policía Federal le pidieron a Perón por él. ¿No se dan cuenta que a mis amigos los elijo yo? Si no levantamos a Balbín, el flaco Frondizi nos joderá la vida”.
Adrián Pignatelli
Periodista
Divulgador de temas históricos