
Seguimos teniendo casos de COVID, por momentos en aumento, pero ya no es noticia. Si te cruzás con alguien no sabés bien qué hacer. Uno apunta con el puño mientras el otro amaga el beso y el abrazo. Entramos a un lugar con barbijo y nos sentimos raros, ya nadie lo usa, pero vamos por un trámite y si no lo llevamos parecemos descuidados. En esas posiciones, entre incómodas y ridículas, descubrimos que nos olvidamos de la pandemia. En la prensa y en la sensación mayoritaria la pandemia es el pasado. Nos olvidamos de los muertos, de los hospitales saturados. Los reclamos por la vacunación son parte del pasado, aunque solo el 50 % de la población tenga la dosis de refuerzo. Ya no aplaudimos al personal de salud y los problemas del sistema sanitario parecen haber desaparecido. Ya podemos volver a quejarnos de la espera en una guardia.
Los argentinos tenemos un problema con la memoria y el olvido. La memoria colectiva parece frágil, rápidamente dejamos atrás lo que no nos hace bien. Es como si nuestro cerebro apartara estos eventos para evitarnos las intensas emociones difíciles de soportar que generan esos traumas colectivos.
Pero esto que hoy describimos respecto de la pandemia nos pasa también con la política. En el 2015 huimos espantados de los bolsos revoleados, de la corrupción en la impresión de billetes y en el transporte o las dudosas concesiones de contratos de infraestructura. Pero cuatro años después olvidamos todo eso y entramos esperanzados a un nuevo gobierno que no hizo más que repetir lo que ya sabíamos que harían. En el 2015 queríamos salir de una grieta feroz y recuperar la República. Poco a poco alimentamos esa grieta que nos divide, sin darnos cuenta de que somos víctimas de ella, ya que no importa de qué lado estemos, estamos obligados todos a convivir, y los fracasos nos afectan por igual. Como si esto nos trajera suficientes problemas, la lucha descarnada entre las facciones gobernantes nos obliga a ser testigos sin poder del progresivo deterioro de la economía y de la calidad institucional de este gobierno.
Nuestros cerebros abusan de ese mecanismo del olvido. Es como si luego de vivirlos no nos tomáramos el tiempo de procesarlos. Pero para aprender debemos procesarlos, ordenarlos y dejarlos listos para ser recuperados.
El olvido nos hace equivocarnos una y otra vez tomando los mismos caminos La única forma de no cometer dos veces el mismo error es aprendiendo.
– Marcelo García Diéguez –
El aprendizaje es un proceso por el que convertimos información en conocimiento. Memoria y aprendizaje van de la mano. Debemos procesar e internalizar nuestros errores y traumas en nuestra memoria de largo plazo para aprender de ellos. Podemos hacerlo. La democracia misma como valor social es un ejemplo. Aprendimos con sangre y dolor el costo de la violencia y los gobiernos de facto. Aun hoy los que no vivieron esas épocas jamás apostarían a modelos que nos dejen sin la capacidad de elegir. Ni aquellos seducidos por perturbadoras ideas que desprecian las instituciones de la República, cuestionan el valor de las elecciones para otorgarle el poder a los representantes elegidos. Populistas y anarquistas por igual buscan seducir su público compitiendo en elecciones democráticas.
La profunda crisis que encontrará el próximo gobierno requiere que se tomen decisiones complejas en corto tiempo para cambiar el rumbo. Tanto en lo económico como en lo social. Desde el trabajo a la educación y la salud, debemos rever todos nuestros sistemas. Está claro que las pretendidas soluciones del pasado nos trajeron hasta aquí. Es necesario creatividad y valentía.
– Marcelo García Diéguez –
Sería simplista desde estas líneas pretender una respuesta para todos esos problemas. Pero sin dudas las coaliciones que aspiren a gobernar en 2023 deben establecer un plan de gobierno, esbozar las acciones inmediatas y sobre todo buscar un amplio consenso político que permita su implementación, no sólo en el nivel nacional sino su traducción a las políticas locales. Parte de los fracasos del pasado han sido fruto de la uniformidad de políticas para los diversos contextos que presenta nuestro vasto país. En cada distrito hay que preparar las condiciones para traducir esas políticas, difundir sus razones, acompañar a los vecinos y escuchar sus reclamos.
Debemos saber que el camino es difícil y recordar nuestros errores para armarnos de la paciencia necesaria para esperar el largo tiempo que llevará recuperarnos y encontrar el camino de grandeza que nos merecemos.
Marcelo García Dieguez
Médico
Profesor de la Universidad Nacional del Sur
Exdirector Nacional de Capital Humano (Ministerio de Salud)
Militante de la UCR Bahía Blanca.