El 23 de marzo de 1942 falleció Marcelo Torcuato de Alvear, a los 73 años de edad.
Había nacido en Buenos Aires un 4 de octubre de 1868 siendo hijo del primer Intendente de la Capital Federal, Torcuato de Alvear y de Elvira Pacheco. Y nieto del general Carlos María de Alvear y del general Ángel Pacheco.
Fue presidente de la Nación entre 1922 y 1928, uno de los fundadores de la Unión Cívica Radical en 1891 y líder del partido durante el periodo 1931-1942.
“Como presidente condujo a la Argentina por la senda del progreso en los inolvidables años veinte”, reseñó el historiador Diego Barovero.
En su obra de gobierno se destaca la ley que fija el pago de salarios en Pesos Moneda Nacional, la inauguración de la Fábrica Militar de Aviones en Córdoba, la Ley de Derechos Civiles a la mujer, las leyes jubilatorias para maestros primarios y empleados bancarios, la inauguración del Palacio de Correos y Telégrafos y la Casa del Teatro, la creación de los cuerpos estables del Teatro Colón, la creación del Conservatorio Nacional de Música “Carlos López Buchardo” y de Radio Municipal, la instalación de la base de submarinos en Mar del Plata y la construcción de las destilerías de YPF en La Plata.
Con la creación de la Dirección General de Yacimientos Petrolíferos Fiscales, ubicó al Ing. Enrique Mosconi, quien desarrolló con creces la empresa.
Asimismo, inició la construcción el edificio del Banco de la Nación, en plaza de Mayo. El peso argentino, en mayo de 1927, llegó a cotizarse a la par y en algún momento superó al dólar americano. Esa prosperidad llevó a la apertura de la Caja de Conversión, cuyo decreto se firmó en 1927, lo cual permitió que la Argentina gozara de un crédito ilimitado, como lo afirmó la banca estadounidense Morgan.
Sufrió prisión y exilio, fue detenido en la Isla Martín García y gastó su fortuna personal en servir a la patria y a su partido.
En 1933 fue deportado a Europa en un barco de la Armada. Cuando éste se quedó sin combustible para proseguir el viaje, avaló la compra de combustible de su propio peculio. Luego él mismo bancó su exilio.